«Consolad, consolad a mi pueblo —dice vuestro Dios—; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados». Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos juntos —ha hablado la boca del Señor—». Dice una voz: «Grita». Respondo: «¿Qué debo gritar?». «Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: 7se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando el aliento del Señor sopla sobre ellos; sí, la hierba es el pueblo; se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre». Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder y con su brazo manda. Mirad, viene con él su salario y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, reúne con su brazo los corderos y los lleva sobre el pecho; cuida él mismo a las ovejas que crían».
R/. Aquí está nuestro Dios, que llega con fuerza
Canten al Señor un cántico nuevo, canten al Señor, toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre, proclamen día tras día su victoria. R/.
Cuenten a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. Digan a los pueblos: «El Señor es rey: Él gobierna a los pueblos rectamente». R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque. R/.
Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. R/.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños.
Dios es un Dios en salida, un Dios en búsqueda, con una inequívoca vocación pastoral. Su amor es personal y preferencial por lo “perdido”, lo no estadístico, y que por eso no cuenta. Nunca da a nada ni a nadie por perdido. Y ese es precisamente el rostro que encarna y quiere mostrarnos Jesús, que “Ha venido a buscar lo que estaba perdido” (Lc 19,10). Un Dios que se alegra con la recuperación de la oveja extraviada, que no descansa tranquilo mientras falte una. Un pastor, Padre y Madre, que “recoge en brazos a los corderos, los lleva en su regazo y trata con cuidado a las paridas” (Is 40,11). Un Dios “ternura”. Y ahí reside nuestra esperanza. ¿Participamos de esa inquietud pastoral? ¿La vivimos así, a su estilo? ¿Vivimos sólo para nosotros y para lo nuestro?