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Noche de luz, fuego y resurrección
La noche del Sábado Santo, la más santa y luminosa de todo el año, envolvió de esperanza a la comunidad reunida en la Parroquia de la Inmaculada y Santuario de Fray Leopoldo. A las 21:00 h comenzó la gran Vigilia Pascual, corazón del Triduo, donde la oscuridad fue vencida por la llama del Cirio y el silencio roto por el anuncio:
“¡Cristo ha resucitado!”.
La celebración inició junto al fuego. Un diálogo entre generaciones abrió el rito con preguntas profundas y respuestas llenas de fe, que nos recordaban quiénes somos y qué celebramos. Desde allí, la procesión del Cirio Pascual marcó el camino de la comunidad, que, con sus velas encendidas, caminó tras la luz de Cristo. Tres veces resonó el canto “Luz de Cristo”, y cada vez la luz se hizo más fuerte. La oscuridad retrocedía: era la Pascua.
En el templo, iluminado progresivamente, el Pregón Pascual proclamó la alegría de la resurrección. Siguió la liturgia de la Palabra, una travesía por la historia de la salvación: la creación, la alianza, el paso por el mar, las promesas de los profetas. Todo convergía en Cristo. Todo culminaba en un Aleluya jubiloso y el Evangelio del sepulcro vacío.
“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”.
Luego, la liturgia bautismal nos invitó a renovar las promesas de nuestro bautismo, a renacer con Cristo a una vida nueva. El agua, bendecida con solemnidad, fue asperjada sobre la asamblea como signo de purificación, vida y compromiso. Fue un momento de verdadera renovación interior.
La Comunión fue el broche de oro de una noche intensa y viva. Fray Leopoldo, testigo humilde del Resucitado, parecía acompañar a cada fiel en su silencio orante, en la llama compartida, en la fe renovada.
Porque la Pascua no es solo un recuerdo: es una experiencia de resurrección que toca la vida y la transforma. ¡Cristo vive! Y con Él renace la esperanza.
Hermanos Capuchinos
